Retratos para NO OLVIDAR
A cien años del genocidio armenio, la galería de arte de la FAUBA inauguró una muestra fotográfica con gran contenido histórico.
En la semana del centenario del genocidio armenio y en el marco de la defensa del Derecho a la Vida y a la Dignidad, el lunes 20 de abril se inauguró la exposición fotográfica Memoria y Derechos Humanos, en la Galería de Arte de la Facultad de Agronomía de la UBA. La muestra fue organizada por Susana Perelman y Eliana Wasserman, coordinadoras de la Comisión Derechos Humanos FAUBA, contó con la colaboración de la Fundación Consejo Nacional Armenio para la defensa de los Derechos Humanos, la institución Generaciones de la Shoa en Argentina y tres profesionales de la fotografía: María Zorzón, Luis Pozzi y Javier García Pérez.
Entre el año 1915 y 1923, durante el último tramo del Imperio Otomano, alrededor de 250 intelectuales armenios de Constantinopla fueron capturados y asesinados, dando inicio a una masacre que alcanzó más de un millón y medio de personas, además de deportaciones forzadas, saqueo de bienes y propiedades, y las múltiples penurias de aquéllos que lograron escapar con vida.
En el evento de inauguración estuvieron presentes el decano Rodolfo Golluscio; la vicedecana, Marcela Gally; la secretaria de Extensión Patricia Durand; el Lic. Eduardo Kozanlian, de la Fundación Consejo Nacional Armenio; la Lic. Diana Wang, directora de Generaciones de la Shoa en Argentina; Juan Yahdjian, hijo de sobrevivientes del genocidio armenio; alumnos de ascendencia armenia, docentes y no docentes de Agronomía.
“Para nosotros es una gran satisfacción crear estos espacios y exponer a la comunidad temas que hacen a la formación de nuestros estudiantes como ciudadanos conscientes de la importancia de los derechos humanos y de la democracia”, dijo Golluscio.
La exposición, que se podrá recorrer hasta el 30 de abril, dibuja un recorrido que parte de fotografías de la Fundación Consejo Nacional Armenio para la defensa de los derechos humanos; continúa con el Proyecto Aprendiz-Generaciones de la Shoa, la potencia motivadora del relato oral de los sobrevivientes; nuestro Bosque de La Memoria, un espacio que invita a la emoción y a la reflexión y que refleja el compromiso de la FAUBA para no olvidar a las víctimas del terrorismo de Estado; otras fotografías sobre Ayotzinapa, la desaparición de 43 estudiantes normalistas de una de las regiones más pobres y vulnerables de México; y finaliza con “Por una memoria justa y necesaria”.
“Esta muestra la armamos a partir del centenario del genocidio armenio, entonces nos pareció que un hilo de conducción importante era atravesar todas esas situaciones recientes de violencia política en la que fueron violados los derechos humanos. Los invito a recorrer la potencia del relato oral que nos conduce a mantener la memoria”, expresó Susana Perelman.
Además, el coro de la FAUBA deslumbró con su repertorio musical: interpretó "Erevan-Erepuni" (Sevag - Hovannessian), una canción armenia; y "Como la cigarra" de María Elena Walsh.
“Violar los derechos humanos habla del ejercicio del mal. El mal con minúscula es el emocional, interpersonal. El mal con mayúscula es el intencional, el sistemático, el político, es el que se hace obedeciendo órdenes. Es el que produce guerras, batallas, y genocidios y lo peor de todo es que no genera culpa. Estamos indefensos todavía como sociedad humana ante al mal con mayúscula. Debemos tener un espacio de revisión ética para entender y tratar de modificarlo, y esta convocatoria tiene que ver con eso, con honrar los derechos humanos y mantener la memoria de cuando fueron violados”, afirmó Diana Wang.
El testimonio de un gurí armenio
Juan Yahdjian vive en El Dorado, Misiones, y está por cumplir 80 años. Es hijo de sobrevivientes del éxodo y genocidio armenio, y padre Laura, docente de la cátedra de Ecología. Juan recorrió 1240 kilómetros para contar su historia aquí, en la Facultad de Agronomía.
“Los armenios tenemos características muy especiales: todos los apellidos terminan en IAN; tenemos un idioma y una escritura que no la compartimos con nadie; una religión y una iglesia que no la compartimos con nadie”.
Los pueblos armenios eran nómades que buscaban donde orientarse para vivir en un territorio fértil, con suficiente agua y alimentos. Y fue uno de los motivos para que las potencias quisieran arrasar con los suelos altamente productivos.
“Las razones concretas de este genocidio no pasa por Turquía. Ellos fueron los ejecutores pero el ideólogo fue Occidente. Teníamos una identidad muy fuerte en un país donde los turcos querían ocupar cada vez más territorio, querían hegemonizar. Por eso instalaron bases militares”.
“Mi papá tenía prohibido hablar en turco en casa, y era totalmente analfabeto porque no había ido a la escuela, ni al servicio militar para no tener que hablar en turco. Yo para casarme con alguien que no era armenia debía escaparme de casa porque papá tenía la orden cultural de matar al hijo que se quiera casar con otra mujer que no sea armenia. Era casi imposible que los armenios pudieran integrarse al resto de los pueblos que estaban instalados. Y por no haber hecho el servicio militar bajo la bandera turca mi padre vivió dos años en el monte”.
El genocidio armenio se ejecutó a través del método del exilio: una odisea marcada por el hambre, la sed, las enfermedades y la voluntad desesperada por salvarse de la muerte y de la indignidad.
“Siempre contaba que durante el éxodo, a las seis de la tarde, elegían una cantidad de hombres para fusilar. Entonces él cuando llegaba la noche se iba al monte para salvar su vida y a la mañana volvía a la caravana. Estoy seguro que ni los turcos supieron la cantidad de gente que mataron”.