Las tipas del agro

Jue, 08/03/2012 - 09:28
Por FAUBA

¡Feliz día de la mujer! Para celebrarlo, entrevistamos a docentes, investigadoras y asesoras de la FAUBA, quienes se refirieron a la historia y el presente de las mujeres en el campo.

En la foto hay nueve mujeres que sonríen bajo el cartel que indica el nombre de la calle “Las Tipas”. Alejandra Gil, una de las integrantes de ese grupo, recuerda que podrían haber elegido la Av. De las Casuarinas, los caminos de las Magnolias o de los Eucaliptus, pero Las Tipas era el más descriptivo: sólo ése podía dar cuenta de la mayoría abrumadora de mujeres que había ganado un espacio en la cátedra de Cultivos Industriales.

Según Gil, secretaria de Asuntos Estudiantiles de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), esa imagen bien podría representar el crecimiento del número de investigadoras que tuvo la FAUBA a finales del ´80, y que se repitió en las décadas siguientes con la apertura de nuevas carreras como la licenciatura en Ciencias Ambientales, que atrajo a muchas estudiantes. Pero aún hay un gran margen para equilibrar los tantos, porque en Agronomía, 75% de los alumnos siguen siendo hombres.

La llegada de las mujeres al campo, desde la docencia, la investigación y la producción, fue el resultado de muchos años de esfuerzo, para ganar terreno en un sector tradicionalmente dominado por los hombres. Seguramente, Lía Encalada era conciente de esta situación al convertirse en la primera ingeniera agrónoma del país, en 1927, cuando las carreras de agronomía y veterinaria de la UBA aún formaban parte de una misma facultad. Ella representa el primer hito de una historia que tuvo a muchas protagonistas y que aún sigue haciéndose camino.

Marcela Gally recuerda a su docente Clotilde Jauch, ingeniera agrónoma, egresada de la FAUBA en 1937. “En la época que Clotilde estudió, no sólo había muy pocas mujeres que estudiaban, también había pocas docentes. Era un ambiente rodeado de hombres, y Clotilde podía hacerse respetar porque tenía mucho carácter. Así llegó a ser profesora titular de la cátedra de Fitopatología y una investigadora reconocida”.

“Yo empecé a estudiar en el `76 e hice toda mi carrera durante la dictadura. En mi comisión sólo éramos dos mujeres, entre 40 alumnos, pero nunca me sentí discriminada”, sostiene. En 1981, Gally rindió su examen final de la asignatura Fitopatología con Clotilde. Y si bien le da cierto pudor decir que se sacó un 10, bien sabe que esa nota le sirvió para conseguir un empleo en el laboratorio de la cátedra, donde creció profesionalmente. Hoy está a cargo de la Secretaría Académica de la FAUBA.

Investigadoras y asesoras

Todavía hay muchas ofertas de empleo que mencionan a los hombres como género excluyente para acceder a un trabajo de ingeniero agrónomo en una empresa o en un establecimiento agrícola o ganadero.

Según Mercedes Vasallo, ingeniera agrónoma de la UBA e investigadora del Laboratorio de Análisis Regional y Teledetección (LART), que comparten la FAUBA y el CONICET, el camino para encontrar empleo se hace más difícil en la producción y, en cambio, los investigadores parecen ser menos machistas.

“Durante toda la carrera éramos pocas mujeres, pero el trato hacia nosotras siempre fue muy cordial. No sentí la diferencia”, asegura. Mercedes eligió Agronomía para trabajar en el campo y en el laboratorio encontró un lugar para crecer profesionalmente. “Creo que las posibilidades laborales, aunque han mejorado mucho, siguen siendo mayores para los hombres”, advierte.

En el plano de la producción se fueron abriendo algunos espacios. Pilar Clavijo, también ingeniera agrónoma de la UBA, egresada en 2003, puede dar cuenta de ello. Reconoce que “los agricultores y ganaderos no están acostumbrados a trabajar con mujeres. Hay menos agrónomas que en otras especialidades y, a la hora de elegir, suelen ganar los hombres”.

“Hay aspectos en este tipo de trabajo que a veces son limitantes para las mujeres. Por ejemplo, tener hijos hace que sea mucho más difícil viajar al campo para una mujer que para un hombre”, explicó.

Pero en su caso, las posibilidades aparecieron y supo aprovecharlas. Además de dedicarse a la investigación, en la cátedra de Forrajes de la FAUBA, llegó a asesorar un grupo del Movimiento CREA (una reconocida asociación técnica de productores) ubicado en la localidad bonaerense de Lezama, en el corazón de la Cuenca del Salado. Allí comparte su trabajo con productores ganaderos que en los últimos años abrieron la puerta a la agricultura y, por lo visto, a las mujeres.

Doble trabajo

Las mujeres también fueron haciéndose un lugar como productoras en la Argentina, aunque muchas veces con poco reconocimiento. Según Marcela Román, docente de la Cátedra de Economía Agraria de la FAUBA, a medida que las explotaciones agropecuarias descienden en escala, la incidencia del trabajo femenino se incrementa.

“En las explotaciones de pequeños productores, las mujeres tienen una doble carga de trabajo: Por un lado cuidan a sus hijos o limpian la casa. Y por el otro, atienden las tareas de la huerta y los frutales. Todo en un mismo espacio físico”, explicó.

Los datos del último censo agropecuario muestran una participación muy baja de las mujeres como productoras: 11% del total, unas 39.000 personas. Aunque en algunas provincias, como Jujuy y Salta, la participación de la mujer productora se da en casi el 35% de las explotaciones totales y familiares.

“Lamentablemente las estadísticas no reflejan la realidad porque aunque la mujer asuma la mayor parte del trabajo, rara vez se reconoce como productora ante la consulta de un censista. Un dato significativo es que sólo el 56% de los productores varones reside las explotaciones agropecuarias donde trabaja, mientras que en las mujeres ese porcentaje asciende al 84%. En ausencia de trabajo permanente eso significa trabajo continuo, doméstico y productivo”, sostuvo Román.

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Facultad de Agronomía - Universidad de Buenos Aires