Elsa Pavón, sinónimo de lucha contra la impunidad
La FAUBA homenajea a Elsa Pavón, cofundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, madre y suegra de estudiantes de nuestra facultad desaparecidos por el terrorismo de estado. Abuela de Paula Logares, primera nieta restituida en democracia. Una luchadora ejemplar en la construcción de identidad.
“En Argentina, las locas de la Plaza de Mayo
serán un ejemplo de salud mental,
porque ellas se negaron a olvidar
en los tiempos de la amnesia obligatoria”.
Eduardo Galeano
Mónica Grispon y Claudio Logares eran estudiantes de la Facultad de Agronomía de la UBA, aquí se conocieron y militaron juntos. En junio del 76 nació su hija Paula y tiempo después se exiliaron a Montevideo, para escapar de la persecución de militares genocidas. En Uruguay fueron secuestrados y desaparecidos el 18 de mayo de 1978. Hoy, 45 años después, Elsa continúa preguntándose dónde están Mónica y Claudio, qué hicieron con ellos. Dónde están los 30 mil desaparecidos.
La identificación y recuperación de su nieta Paula, de 23 meses, representó años de búsqueda y lucha. “Cuando buscaba la nena, buscaba en los hogares, en los hospitales, en todos los lugares donde podrían haber dejado una nenita de dos años. Fui a un colegio donde el director era un cura y me dijo: ‘mire su aspecto, ¿por qué no se va a descansar a su casa? Ya va a volver, vaya tranquila’. Yo lo miré y le contesté: tiene razón, posiblemente a los 23 meses se distrajo con el novio. Eso fue darme cuenta de lo que estaba pasando”, relata Elsa.
Ese caminar constante la cruzó con otras cinco señoras en su misma situación. Se acercaron, conversaron y le ofrecieron reunirse con ellas para ir juntas a una audiencia con un juez de menores. Una era María Isabel Chorobik de Mariani, “Chicha”, quien también buscaba a su nieta Clara Anahí.
“En La Plata, Chicha Mariani me ofreció unirme a ellas porque ya tenían una entrevista con el juez. Acepté. Hasta el día que Chicha partió estuve al lado de ella. Hoy trato de seguir la obra que dejó comenzada. A la distancia uno lo dice de una manera sencilla, pero estamos hablando de años donde había que cuidar a la familia y cuidarse uno. En mi caso de ninguna manera quería comprometer al resto de mis hijos. Vivía con mucho miedo”, expresa.
Así comenzó la búsqueda con todas las abuelas, que se abrieron al mundo para pedir apoyo y localizar a las/os nietas/os que se habían llevado y las/os que habían nacido en cautiverio.
“Un día en una reunión, una de las abuelas dice ¿y si encontramos a los chicos y no los podemos reconocer? Crecieron y ya no son los mismos. Ahí surgió la idea de cómo hacer para identificarlos: en ese momento se identificaba solamente por paternidad. Entonces Chicha viaja a EEUU averigua cómo recomponer el mapa genético de los papás de los niños que estábamos reclamando, en ausencia de esos papás. En el año 83 llegó un telegrama avisándoles a Chicha que se había logrado el Índice de Abuelidad”, cuenta Elsa.
Con la dictadura ya en retroceso y la apertura política se empezaron a divulgar en murales y por los medios de comunicación las fotos y los datos de las desaparecidas embarazadas o secuestradas con sus hijos para poder ubicarlos. Fue en 1983 cuando un hombre denunció en el CELS que en su edificio vivía una niña que estaban buscando. Paula llevaba el apellido Lavallén, apropiada por el Subcomisario de la Brigada de San Justo Rubén Luis Lavallén, junto con su esposa, que la anotaron con una partida de nacimiento falsa.
“Un año duro y difícil. Tenía que demostrar que era Paula. Cuando yo la vi la primera vez después de haber investigado todo, fue ver a Mónica. Físicamente era idéntica a su madre: su gestualidad, la forma de su cuerpo, sus piernitas. Yo volví a ver a mi hija de siete años parada delante mío”, recuerda.
El primer día hábil de la democracia a las 7 de la mañana, Elsa y sus abogadas se presentaron ante el Juzgado Federal N° 1 de Buenos Aires para hacer la denuncia. Paula Eva Logares recuperó su identidad el 13 de diciembre 1984. En su recuperación se utilizaron por primera vez las pruebas de ADN que finalmente se convirtieron en una herramienta indiscutible de filiación.
“Era la primera criatura que presentábamos, la primera que le hacen los análisis del Índice de Abuelidad. Después era recuperarla. Lograr que los jueces entendiesen lo saludable que era que estuviese con su familia, que recuperase su historia”, cuenta.
Abuelas de Plaza de Mayo generó un punto bisagra con relación a la identidad: su trabajo incentivó que en la Argentina comience a hablarse del Derecho a la Identidad. El derecho de sus nietas y nietos a saber qué pasó, quiénes son sus padres, que fueron buscados, que tienen una historia. “Le quisieron cambiar el nombre a Luisa, pero Paula supo defender su nombre. En el 84 volvió a casa, la acompañé a crecer. Explicándole por qué no estaban sus papás, sin destruirla internamente pero tampoco sin darle ilusión. Hablarle con la verdad”.
Hoy la Facultad de Agronomía homenajea a Elsa Pavón, una mujer con historia, sinónimo de memoria, resistencia, reparación, identidad. De lucha contra la impunidad. “Yo quiero que mi hija vuelva a ser Mónica y no que sea un número o una NN. Y como lo quiero para mi hija lo quiero para las 30 mil personas, con sueños, con familia. Yo quiero que mi hija vuelva a recuperar su nombre”, cierra con los ojos llenos de lágrimas.