El origen de la fotografía y un diccionario chiquitano, entre las joyas bibliográficas de la FAUBA

La biblioteca Arata contiene documentos únicos sobre la invención de la fotografía y un diccionario en dos tomos de la lengua chiquitana escritos por un jesuita. En una entrevista con el historiador de la ciencia y curador, Diego Medan relata la historia de estos manuscritos que dan que hablar en el mundo. 

“El eslabón perdido de la fotografía”, titulaba la revista Viva hace ya diez años. La primicia: que en el sótano de la Facultad de Agronomía de la UBA habían encontrado el contrato fundacional que dio origen a la fotografía. El historiador de la ciencia Roberto A. Ferrari, con la colaboración del Dr. Diego Medan, curador de la biblioteca Arata, habían sacado a la luz los manuscritos que se encontraban dentro de la FAUBA.

Nueve años después se descubrió, en la misma Biblioteca Arata, el diccionario de una lengua muy antigua y extraña llamada “Chiquitana”, adquirido entre 1888 y 1904 por el primer Decano de la Facultad, Pedro Arata. Posee más de 600 páginas en folio, y con él se elevó a diecinueve el número de vocabularios y gramáticas chiquitanas existentes en bibliotecas europeas y americanas.

El Dr. Diego Medan, botánico, profesor e historiador de la ciencia, relata sobre el descubrimiento de estas joyas de Arata, dos manuscritos muy importantes para la ciencia de nuestro país y del mundo. 

-¿Qué contienen los manuscritos sobre el invento de la fotografía?

-Se trata de dos cartas de Joseph Niépce a Louis Daguerre (ambas de 1827), y los tres contratos firmados en torno al tema: el contrato provisorio entre Niépce y Daguerre (1829); una extensión (1835) y una confirmación (1837), ambas por parte del heredero, Isidoro Niépce, hijo del socio original. En 1829 se asociaron los dos franceses para obtener un modo permanente de registrar imágenes tomadas con una cámara oscura, lo que llevaría años después a la invención del daguerrotipo. El científico francés François Arago se entrevistó con ellos y les ofreció una pensión de por vida si entregaban la patente, el protocolo del invento de la fotografía al Estado Francés, con la condición de que el Estado Francés lo iba a publicar para que todos lo conocieran. Llegaron a un acuerdo y el 19 de agosto de 1839, Arago presentó la invención del daguerrotipo ante las Academias de Ciencias y de Bellas Artes de París. 

-¿Era un documento muy buscado por los historiadores de la fotografía argentina?

-Y del mundo. Por décadas se desconoció el destino de los documentos. Los historiadores de la fotografía en la Argentina sabían que Pedro Arata los había comprado, pero como su Biblioteca se había dispersado no los encontraban por ningún lado. Hasta que a Roberto Ferrari se le ocurrió buscarlos acá. Yo era curador de la biblioteca y me llevó diez minutos encontrarlos. Ferrari había estado 30 años o más detrás de esos documentos. 

-¿Cómo llegaron esos archivos a manos de Arata?

-Cuando Arago falleció su secretario personal Jean Augustin Barral publicó las obras completas, y en su ejemplar personal insertó muchos manuscritos valiosos. Al morir Barral, sus parientes remataron la biblioteca. Pedro Arata se enteró a través de un aviso y compró el ejemplar Barral de las Obras de Arago. El mundo se hizo eco de que los papeles de Niépce y Daguerre estaban en Buenos Aires, en manos de un sabio argentino. En 1892 Arata hizo publicar, con la colaboración del Museo de La Plata, facsímiles de las cartas y contratos suscriptos entre Niépce y Daguerre. Los originales formaban parte de su colección de libros (unos 40.000 volúmenes), que 25 años después de su muerte se dispersaron en tres grandes bloques, uno de los cuales llegó a la Facultad en la donación que hizo su familia para la UBA.  

-¿Arata, un sabio argentino? 

-Era químico, bibliófilo y humanista argentino. Pedro Narciso Arata (1849-1922) reunió en Buenos Aires una de las bibliotecas privadas más grandes de su tiempo. Gran parte de esta colección, que llegó a albergar unos 40 mil volúmenes, puede consultarse hoy en varios repositorios públicos de la Argentina y del extranjero. El mayor de los fragmentos, compuesto por unos 14 mil volúmenes, fue donado en 1946 a la Universidad de Buenos Aires, y se encuentra hoy en la Facultad de Agronomía. Otra parte de la biblioteca original está en la Academia Nacional de Medicina y el resto disperso en muchas bibliotecas del mundo. 

-¿Qué otras “joyas” conserva la Biblioteca Arata?

-Muchas. Una de la más relevantes es el Diccionario Chiquitano, un manuscrito hecho por los jesuitas sobre una lengua extraña, que todavía se habla en Bolivia. Comprende más de 600 páginas en folio y fue adquirido por Arata entre 1888 y 1904. A pesar de algunas alusiones a él en la literatura, este manuscrito ha permanecido ignorado por los especialistas. La reaparición del Diccionario Chiquitano de Pedro Arata eleva a diecinueve el número de vocabularios y gramáticas chiquitanas existentes en bibliotecas europeas y americanas.

La redacción de gramáticas chiquitanas tiene antecedentes ya en el siglo XVI y una de las rarezas que tiene esta lengua es que cuando habla una mujer es muy distinta de cuando el hablante es hombre, por lo cual durante mucho tiempo los investigadores creyeron que se trataba de dos lenguas distintas. Es uno de los lenguajes muy poco conocidos del mundo.

Arata consiguió copias y en la biblioteca están los dos tomos: español-chiquitano y chiquitano –español.
Como no está digitalizado, esta semana vino a la FAUBA una investigadora japonesa, que estudia las lenguas americanas, para ver los dos tomos del diccionario. 

-¿Hay un plan para digitalizar los libros antiguos de la Biblioteca Arata?

-No hay un plan general, pero sí hay proyectos para poner a disposición de los investigadores piezas selectas, incluyendo material de archivo. Por ejemplo, estoy trabajando en la catalogación de toda la correspondencia de Arata. Este bibliófilo compró, entre otras cosas, correspondencia de políticos argentinos: hay cartas de San Martín, de Rosas, del círculo de Rosas… La idea central es hacer un catálogo virtual, que revele todo lo que Arata llegó a reunir, aun cuando tengamos sólo una parte en condición de cartas originales.  

-¿Alguna vez reclamaron estas joyas?
-Todo lo que posee la biblioteca procede de la donación original a la UBA, o fue adquirido recientemente a libreros anticuarios o coleccionistas, de manera que su situación patrimonial es clara. Con respecto a los documentos Niépce-Daguerre, el Estado francés no mostró mayor interés, pese a que la otra copia del contrato tampoco se encuentra en Francia sino en Rusia. La biblioteca Arata es una joya genérica donde hay una serie de libros y manuscritos antiguos muy difíciles de encontrar. Pensemos que, a diferencia de los libros impresos, cada manuscrito es un objeto único, como sucede con el diccionario Chiquitano.

 

Sobre el autor

Esp. Lic. en Comunicación Social