La legión extranjera, en la FAUBA
Historias de siete científicos de diferentes países que vinieron a desarrollar sus profesiones a la Argentina, y hoy investigan y hacen docencia en la Facultad de Agronomía de la UBA.
Natasha Ilina llegó a la Argentina hace siete años, proveniente de San Petersburgo, Rusia, con su título de bióloga bajo el brazo y la promesa de un amor. Sólo hablaba ruso e inglés, y su poco conocimiento del país se limitaba al fútbol y el tango. Con 23 años de edad, aquí la esperaba su novio argentino, Alejandro, a quien había conocido por Internet, y la aspiración de poder desarrollar su profesión.
Hoy está casada con Alejandro, tiene residencia permanente en el país, y es investigadora y docente en la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), donde también realizó su tesis doctoral gracias a una beca del CONICET.
Como Natasha, hay una gran cantidad de científicos provenientes del exterior que se establecieron en nuestro país y se desempeñan en diferentes organismos públicos y privados. En la FAUBA, además de Rusia, hay profesionales de Norteamérica, Europa y América latina, investigando sobre temas tan diversos como sensores remotos e imágenes satelitales, ecología, biotecnología y sanidad de cultivos, entre otros.
“Al principio sólo hablaba en ingles. Tardé un año en aprender castellano para poder comunicarme libremente con la gente, aunque luego me resultó fácil porque los argentinos son muy amables”, asegura la científica rusa, quien estudia los procesos de maduración de kiwi desde la cátedra de Bioquímica de la FAUBA.
“Quiero presentarme a una beca posdoctoral en el Conicet. Si surge la posibilidad de hacer un intercambio, me gustaría viajar a Rusia, pero mi residencia permanente es aquí”, sostiene a muy pocos metros de la cátedra de Ecología, donde la investigadora estadounidense Amy Austin estudia los ecosistemas y el cambio global.
Luego de licenciarse en Ciencias Ambientales en Willamette University y doctorarse en Stanford, EEUU, Amy llegó a la Argentina en 1997 para realizar un posdoctorado en la Patagonia. Entonces quedó impactada por “la diversidad de los ecosistemas y la extensión del país, así como por la concentración de la población en Buenos Aires”. Hoy vive en la ciudad y sus estudios siguen haciendo foco en el sur del país, desde la FAUBA (donde también coordina la maestría de Recursos Naturales) y el Conicet.
Según Rafael Fernández y Martín, español radicado en la Argentina, que actualmente es científico del Conicet y del Laboratorio de Biotecnología Animal de la FAUBA, “de un tiempo a esta parte, han aumentado los recursos para la investigación en el país y ya no todos los argentinos tienen que exiliarse para seguir su carrera”.
Rafael se recibió de biólogo en la Universidad de Sevilla. Allí también hizo su doctorado y conoció a Carlos Domenech, investigador argentino con quien aprendió a tomar mate y quien lo tentó para hacer un viaje de intercambio a la Universidad Nacional de Río Cuarto. Aquí conoció a su mujer y, tras una estadía en Paris, decidieron volver a Buenos Aires para establecerse y agrandar la familia: Hoy tienen dos hijos porteños.
“En 2004, cuando vine a Argentina, no tenía decidido si iba a hacer ciencia. Desde Europa, uno tiene la idea de que aquí hay poca investigación”, recuerda. No obstante, tras conocer Daniel Salamone, uno de los científicos pioneros en clonación y transgénesis animal en el país, comenzó a colaborar en su laboratorio. “Por sus contactos, fui a estudiar tres meses a Massachusetts, EE.UU., las técnicas que hoy aplico aquí en células de bovinos y ratones”.
Referencia en América latina
En 2004, sólo una semana después de recibir su título de licenciada en Biología en Bolivia, Jhovana Escobar Ortega viajó a la Argentina para realizar una maestría sobre Control de Plagas y su Impacto Ambiental en la Universidad Nacional de San Martín. Un año después ya estaba incorporada a la cátedra de Microbiología de la FAUBA, bajo la dirección de Inés García, donde hoy se desempeña como docente.
Para ella no fue difícil hacer amistades, sobre todo con sus compañeros tesistas. “Estoy muy feliz y agradecida. La familia es lo que más te llama para volver a tu país, pero estoy muy cerca y puedo viajar cada fin de año”, asegura, aunque una de sus metas es hacer un intercambio con sus pares bolivianos, para generar conocimiento sobre problemáticas ambientales comunes a ambos país.
Argentina también es un referente para otros países de América latina. De origen uruguayo, Dolores Arocena se recibió de ingeniera agrónoma en la Universidad de la República. Su llegada a la Argentina la encontró en medio de la crisis de 2001, pero lejos de avasallarse por esa primera impresión caótica de la ciudad de Buenos Aires, apostó a desarrollar su profesión de este lado del Río de la Plata, con la Especialización en Gestión Ambiental en Sistemas Agroalimentarios, de la FAUBA.
A fines de 2002 realizó una pasantía en Laboratorio de Análisis Regional y Teledetección (LART), dependiente de la FAUBA y el Conicet, donde hoy releva mensualmente la productividad de 2 millones de hectáreas de forrajes mediante el uso de imágenes satelitales, y ofrece información gratuita para productores ganaderos.
“Tuve suerte porque, además de encontrar un lugar de trabajo muy activo e interesante, donde he crecido profesionalmente, la gente me recibió muy bien”, asegura, y aclara que en la Facultad trabajan otros dos investigadores uruguayos: Marcos Texeira, del departamento de Métodos Cuantitativos y Sistemas de Información, y Gervasio Piñeiro, de la cátedra de Ecología.
Piñeiro advierte que nació en la Argentina, pero que se fue a Uruguay cuando apenas tenía tres años. Allá hizo sus estudios primarios, secundarios y universitarios, y regresó hace 11 años para hacer un posgrado. “En Uruguay me forme como ingeniero agrónomo, la parte ecológica la aprendí acá”, concluye.
Piñeiro es la historia de los que fueron y volvieron. La de sus compañeros, en cambio, es la de quienes simplemente vinieron y se quedaron, con la oportunidad de crecer profesionalmente como científicos.