Dilemas científicos frente al cambio climático

Mar, 08/01/2008 - 09:56
Por FAUBA

Frente al nuevo escenario climático, la ciencia se debate entre distintas actitudes. Algunos investigadores analizan las causas y plantean un "cambio de la caja de herramientas", mientras que otros, consideran la situación de hecho y llaman a "aprovechar las ventajas comparativas". Los Ings. Agrs. Elba de la Fuente, Eduardo Sierra y Guillermo Murphy de la FAUBA, disertaron en el bloque titulado "Evidencias actuales y escenarios futuros" en las Jornadas del "Panel Interdisciplinario de la Universidad de Buenos Aires sobre Cambio Climático (PIUBACC), desarrollado a mediados de noviembre. Aquí una síntesis de sus presentaciones (*).

Hace unos años atrás, la discusión se centraba en cómo definir el nuevo escenario mundial: si "cambio climático" o "cambio global". Hoy esa discusión pareciera estar saldada debido a que existe consenso en resaltar la retroalimentación entre procesos referidos al clima, como calentamiento global, y otros referidos al manejo y uso de la tierra, como la pérdida de biodiversidad.

La Ing. Agr. Elba de la Fuente, docente de la Cátedra de Cultivos Industriales de la FAUBA, disertó sobre el tema "Más allá del cambio climático: sistemas de producción agrícola y biodiversidad". En su presentación sostuvo que la mayoría de la comunidad científica coincide en que hay una crisis en la biodiversidad y que los cambios climáticos están estrechamente relacionados con la disminución de biodiversidad. "Sin embargo, las medidas para conservar la biodiversidad generalmente son menores que aquéllas para reducirla. Hay numerosas explicaciones para esto. Una de ellas es el supuesto conflicto entre el desarrollo económico y la biodiversidad. Para desmitificar este argumento y conciliar la ciencia con la política, la sociedad en su conjunto debería alentar e invertir en la generación de conocimiento del sistema agrícola, como herramienta para realizar la agricultura de manera tal que no afecte la biodiversidad"

Según de la Fuente, actualmente se trabaja con una idea de biodiversidad en cuanto al número y al tipo de especies a conservar, considerando que hay especies redundantes en cuanto a las funciones que cumplen en el ecosistema, como por ejemplo, los descomponedores. "Como hay muchos descomponedores, se piensa en que son redundantes. Sin embargo, también es cierto que ante los cambios ambientales, tener este pool de especies que si bien cumplen la misma función tienen algunas particularidades en cuanto a su adaptación es un reaseguro, una herramienta disponible precisamente para cubrirse ante los futuros e inciertos cambios del ambiente."

Luego de reconocer la dificultad para evaluar los cambios globales (tanto climáticos como no climáticos) debido a la cantidad de variables y niveles en cuestión, la especialista observó que el actual modelo de desarrollo agrícola tiende a la reproducción de sistemas simples que afectan la biodiversidad. En la Argentina, la intensificación en el uso de la tierra trajo aparejado el incremento del área sembrada y el uso de insumos. En los últimos 20 años, junto con la espectacular expansión geográfica del cultivo de soja, se registró un incremento no menos espectacular de las prácticas de manejo asociadas al uso de variedades transgénicas, agricultura de precisión y herbicidas totales, y a la aplicación de siembra directa. Es decir, un paquete tecnológico bastante homogéneo. Además, en gran medida, el incremento de la superficie del cultivo de soja se produjo utilizando áreas marginales para esta oleaginosa y a expensas de otros cultivos de mayor rentabilidad. Por lo tanto y en líneas generales, la diversidad para el manejo ha ido reduciéndose con la intensificación de la agricultura, no sólo porque ha aumentado la superficie asociada al cultivo sino, sobre todo, porque se implementó un paquete tecnológico bastante homogéneo.

Sistemas más simples y vulnerables

Antes de 1930, el uso de la tierra de la pampa ondulada (al norte de la provincia de Buenos Aires y al sur de la provincia de Santa Fe) definía un paisaje original estrictamente ganadero. A partir de la introducción de la agricultura, esta matriz predominantemente ganadera y de pastizales se fue salpicando con sitios agrícolas. Luego la agricultura fue ganando posiciones y la matriz pasó a ser agrícola con algunos parches de actividad ganadera hasta que, con posterioridad a 1990, el grueso del paisaje agrícola se transformó en cultivos y -fundamentalmente- algunos pocos cultivos. De hecho, la evolución de las especies cultivadas en la provincia de Buenos Aires indica que alrededor de la década del '80, había entre 10 y 12 cultivos mientras que en la actualidad, sólo se utilizan 6 cultivos entre los cuales, la soja y el trigo (asociado también a la soja) son predominantes. Así, la diversidad de los cultivos va reduciéndose con la intensificación de la agricultura y la simplificación de los sistemas de producción.

Para de la Fuente, el agricultor es consciente de la importancia de la biodiversidad pero "la caja de herramientas" a su disposición pareciera no permitirle hacer otra cosa diferente. "Estamos a contrapelo de lo que debería ocurrir. Estamos yendo hacia la especialización y a sistemas cada vez más sencillos, más fáciles de manejar pero con menor diversidad y por lo tanto, más susceptibles a los problemas de tipo ambiental. Por lo tanto, es necesario invertir en conocimiento para generar nuevas herramientas tanto científicas como tecnológicas, que incrementen la producción de una manera sustentable y logren que por una vez, se concilie la ciencia con la política".

El clima como recurso

Por su parte, el Ing. Agr. Eduardo Sierra, docente de la Cátedra de Climatología y Fenología Agrícolas de la FAUBA, habló sobre los "Desafios y oportunidades para el agro argentino". En su disertación planteó que frente a estos nuevos escenarios caben dos posturas: concebir el clima como un factor de riesgo poniendo énfasis en la noción de catástrofe; o bien como recurso, destacando la noción de oportunidad de mejorar nuestra posición como país agroexportador. Porque no todo ha de ser de impacto negativo, hay una serie de causas que nos están abriendo la oportunidad de progresar", sostuvo Sierra.

Resaltando la actividad agraria como fuente importante de recursos económicos para solucionar problemas, su principal preocupación reside en cómo posicionar al agro argentino frente a este cambio de escenario climático y de cambio global, teniendo en cuenta que la recaudación por retenciones a la exportación agropecuarias se acercará a los 6 mil millones de dólares.

Luego de analizar algunas proyecciones y registros, Sierra deduce: "Aparentemente dentro del calentamiento que podamos tener en los próximos treinta años, el balance para la Argentina sería bueno. Esto no significa que no haya impactos locales negativos. Hay una situación de alarma porque la naturaleza ha empezado a variar con tiempos humanos. Cambios que antes se producían en millones de años, ahora se producen en 40 años pero hay que tener en cuenta que la tecnología siempre funcionó en tiempos humanos y el tema ahora es una carrera entre el cambio del clima y la tecnología para el agro. La pregunta a formularse es quién va a ganar a quién en esta carrera. Por ahora podemos decir con orgullo agronómico que venimos ganando los profesionales del agro. El rendimiento nacional del maíz desde 1911 al 2005, aumentó de 1.500 kg/ha hasta más de 7.000 kg/ha. La eficiencia del uso del agua, medido en kilos de maíz por milímetro de agua, también se incrementó. Esto nos muestra cómo la tecnología viene aprovechando mejor el recurso y quiere decir que una sequía en este momento, nos producirá menor daño que a principios de siglo veinte".

El investigador propuso no imitar el tono alarmista con que generalmente se aborda todo lo relacionado con el cambio climático y reemplazarlo por una actitud de cuidado. Afirma que según los documentos oficiales de la ONU, Sudamérica obtendrá algunas ventajas comparativas junto con otros impactos en los dos escenarios previstos (uno, hasta el 2029 y el otro, hasta el 2099), que difieren en el nivel de calentamiento. "En el escenario más cercano, Sudamérica es lo que menos se calienta, y se está perfilando como la reserva de biosfera del planeta. Los impactos más grandes ya se están manifestando en el Hemisferio Norte. Entonces, aquí vemos unas ventajas en el corto plazo", sostuvo Sierra.

Analizando el mapa alimentario del mundo difundido por la FAO, Sierra señaló que la posición estratégica de la Argentina como integrante de un grupo minoritario de países que venden más productos agrarios que lo que compran. Si bien la producción de granos mundial está aumentando debido a la demanda creciente de alimentos, la Argentina está creciendo 4 veces más que la tasa mundial. "Tendríamos que aprovechar estas oportunidades a medida que se vayan presentando y antes que pierdan vigencia. Un ejemplo de esto, es la fiesta del precio del maíz producida por la demanda para la producción de etanos que, muy posiblemente no sea eterna, sino que se calcula que durará hasta el 2011. Nos conviene actuar ahora y no estar pensando qué va a pasar dentro de 30 años con el maíz porque no lo sabemos. Posiblemente los argentinos seamos los más adelantados de Sudamérica en estudiar el tema y los más atrasados en poner en práctica lo que sabemos sobre la cuestión", concluyó Sierra.

El clima de todos

El Ing. Agr. Guillermo Murphy, de la Cátedra de Climatología y Fenomenología Agrícolas de la FAUBA, disertó sobre "Efectos del cambio climático global sobre los sistemas productivos agropecuarios". En su disertación, criticó la actitud de las naciones que niegan la existencia de cambio climático y de los científicos que lo relativizan. "En reiteradas oportunidades incluso en el nivel internacional, he escuchado alusiones acerca de que el impacto del cambio climático será más importante en el Hemisferio Norte que en el Hemisferio Sur, hasta se habla de las oportunidades que tiene la Argentina, aprovechando algunos cambios que pudieran resultar favorables.

Realmente, -continuó Murphy- el cambio climático es un problema que nos atañe a todos. Estamos arrojando una cantidad de contaminantes a la atmósfera, que es de todos. No es del Hemisferio Sur ni del Hemisferio Norte. Por otro lado, el tema de aprovechar las oportunidades, especialmente cuando se fomenta el individualismo, aprovechando la habitual pujanza del productor agropecuario, puede traer graves consecuencias. Una de ellas es el incremento de la superficie agrícola que se está produciendo sin mucha planificación". Mostrando un gráfico sobre el deterioro en la disponibilidad de fósforo entre los años 1980-2001, sentenció: "si esto es aprovechar las oportunidades yo mucho no lo entiendo" para luego referirse a los desmontes de la provincia de Salta, donde se deforestó 14 veces la superficie de la ciudad de Buenos Aires, quemando bosques naturales para practicar agricultura.

Junto a otros especialistas de la Cátedra de Climatología y Fenomenología Agrícolas, Murphy desarrolló el índice agrosistémico de heladas para cada cultivo. A partir de observar las frecuencias de los días con heladas pudieron determinar una tendencia decreciente. Sin embargo, cuando acotaron la escala y analizaron el período con heladas, descubrieron que en ciertas localidades, como Tandil, el período con heladas lejos de acortarse, se extendió durante los últimos 10 años. Ya sea porque se haya intensificado el período de ocurrencia, se haya adelantado la primera helada o se haya retrasado la última. Por eso, el investigador insta a considerar el riesgo de heladas, ajustando la escala hasta las zonas más particulares. Además de las variables mencionadas, aclara que la peligrosidad de las heladas también depende del momento en que ocurran, de su duración y del ciclo de los cultivos a los que puedan afectar, es decir si se producen en un momento del ciclo más o menos sensible. Con esto, Murphy buscó desmentir cierta fantasía existente acerca de que en tiempos de calentamiento global, las heladas serían menos peligrosas, porque el aire de la atmósfera tenga mayor temperatura.

Finalmente, observó la situación paradójica de "aprovechar" ciertos cambios favorables del cambio climático quemando bosques y generando una gran cantidad de gases utilizados en aerosoles, que contaminan la atmósfera con dioxinas y furanos, para luego reafirmar que no le parecía que eso sea "aprovechar las oportunidades". "El problema del cambio global, más allá de que individualmente pueda beneficiar a alguien, debe ser tomado como un problema social con respuestas globales y regionales. Como ingeniero agrónomo, yo intervengo en el sistema natural para aumentar la producción pero lo que digo es: hagámoslo de una manera racional", concluyó Murphy.

(*) Durante las Jornadas, también disertaron los docentes de la FAUBA: Dr. José Paruelo (Cátedra de Ecología ) sobre "Cambios en el uso de la tierra: determinantes y consecuencias ambientales"; Dr. Roberto Benech Arnold (Cátedra de Cerealicultura), sobre el tema Población, y el Dr. Miguel Taboada (Cátedra de Fertilidad y Fertilizantes) sobre "Inventario de gases de efecto invernadero del sector agrícola argentino".

Sobre el autor

Facultad de Agronomía - Universidad de Buenos Aires