Hasta siempre, Maestro
La Facultad de Agronomía despide a Rolando León, nuestro padre de la Ecología y un sabio de la vida.
“Era una de aquellas sonrisas excepcionales que tenía la cualidad de dejarte tranquilo. Sonrisas como esa se las topa uno sólo cuatro o cinco veces en toda la vida, y comprenden, o parecen hacerlo, todo el mundo exterior en un instante, para después concentrarse en ti con un prejuicio irresistible a tu favor. Te mostraba que te entendía hasta el punto en que puedas ser comprendido, creía en ti como a ti te gustaría creer en ti mismo y te aseguraba que se llevaba de ti la impresión precisa que tú, en tú mejor momento, querrías comunicar. Justo en este punto se desvaneció”, redactó una vez el escritor estadounidense Scott Fitzgerald.
Sabias palabras que lo describen a él, nuestro Maestro, que se fue a los 83 años y dejó dibujada esa sonrisa excepcional en cada discípulo, compañero, libro, clase; en sus amistades y familiares. Rolando León fue Profesor Emérito, fundador la cátedra de Ecología (para nosotros el padre de la Ecología); autor de grandes artículos, director de la carrera de Planificación y Diseño del Paisaje y, sobre todo, gran docente de la FAUBA y de otras universidades del mundo que hoy también lo lloran.
La comunidad de la Facultad de Agronomía te brinda este homenaje como a vos te hubiese gustado: todos juntos reunidos riendo, compartiendo anécdotas de viajes, consejos de profesión, lecciones de vida. No alcanzan las hojas para escribir la inmensidad de mensajes, éstas son sólo algunas palabras de las tantas personas que te quieren, te recuerdan y te respetan.
“Además de ser decano soy uno de los hijos académicos que dejó Rolando. Se va una persona irremplazable. La ecología casi que no existía antes de él. Nos dejó su conocimiento, su sabiduría de la vida y su alegría de vivir. Siempre trabajó en lo que fue su pasión y transmitió alegría y entusiasmo a todos los que los rodeaban. En nombre de todos, gracias Rolando”, se despide Rodolfo, decano de Agronomía.
Con mucha tristeza en su rostro, Antonio Hall le dedica estas emocionantes palabras: “No fui discípulo de Rolando en materia de Ecología pero tuve el privilegio de compartir con él muchas cosas que enriquecieron mi vida. Con él, mi familia y yo descubrimos la Sierra de las Quijadas, Ischigualasto y Talampaya en Argentina; e Imbituba y Praia de Rosa en Brasil. En ruta entre Buenos Aires e Imbituba y vuelta, me han quedado las imágenes de los montes de Pino Paraná en Río Grande do Sul, la tumba de Aime Bonpland en Paso de los Libres, y las conversaciones acerca de Humbolt, Bonpland, fitogeografía de las Pampas y los Campos, geomorfología de Praia da Rosa. A ello, el carnaval en Santa María, ananás comprados y consumidos en ruta y una educación acerca de las bondades de la caipiriña y el pescado frito en la playa”.
Y continúa… “La deuda total en esta dimensión es enorme, contra la que sólo pude apuntar una subida desde Villa Unión a Laguna Brava pasando por Jagüe y Vinchina. Y fuera del país, mi exposición a los Normandos de Sicilia y la Magna Grecia se lo debo exclusivamente a él, quien supo convencerme de ampliar mi aproximación a Italia más allá de la Toscana, il Veneto y Roma. Y, por supuesto, Rolando siempre estaba a tiro para recomendar un hotel económico y minimalista, cómo el de Amsterdam cuya tarjeta apareció, sin buscarla, ayer en casa, más de 20 años después. La subida a Laguna Brava por impresionante que sea, queda a la altura de un poroto”.
A Martin Aguiar le brillan los ojos cuando lo piensa: “Quería tener una conversación con vos, canalizar como lo hacíamos constantemente. Seguramente vas a estar describiendo heterogeneidad en otro territorio. Por mi lado queda seguir explorando otros territorios con todo lo que hemos compartido y con todo lo que me enseñaste. Te quiero mucho…”
Julián Cámara lo despide de una manera familiar: “Nuestro hogar, esta Facultad, es nuestra familia que ha gozado de Rolando durante tantos años. Mi despedida es como hermano de él que ha compartido tantos sueños y tantas ideas. De manera que, familiarmente, me despido de vos Rolando con todo mi corazón”.
“Cuando Rolando nos llevaba al campo, era rutina pasar por Lezama y comprar unos pastelitos de hojaldre y membrillo. Todos estábamos fascinados por esos pasteles que parecían los más ricos del mundo. En realidad Rolando los hacía especial. Él tenía eso, nos entusiasmaba con cualquier cosa”, recuerda Martín Oesterheld.
Vistiendo con remera roja, porque a Rolando le gustaban los colores, Roberto Fernández enfatiza: “Si él hubiese sido instructor de tenis, hoy seríamos todos tenistas profesionales. Y me despido sin olvidar una de las costumbres que tenías cuando alguno de nosotros, tus alumnos, estaba haciendo posgrado en el exterior: siempre nos ibas a visitar. Te vamos a extrañar”.
Con una camelia en la mano, Rodolfo Cantet recuerda: “En el departamento de Producción Animal había una camelia. Yo la odio porque me llena de moscas y mosquitos, todos saben que siempre quise sacármela de encima. Una tarde Rolando me vino a visitar a la oficina y lo primero que me dijo fue ¡Fito que hermosa vista tenés con esta camelia!. Rolando este gajito es de ella y te lo traje. Ahora le voy a pedir al decano un mosquitero”.
“Gracias por enseñarnos a mirar, a ser buenos maestros, a disfrutar del crecimiento de nuestros estudiantes, y estamos convencidas de que vamos a seguir aprendiendo de vos. Gracias Rolando”, dicen entre lágrimas Marina Omacini y Susana Perelman.
También Ana María Bocchicchio rememora: “No soy ingeniera agrónoma, no sé nada de ecología, no fui su discípula. Pero lo conocí tempranamente. Ingresé muy joven a la Facultad y en el regreso a la democracia se creó la primera Comisión de Asesoramiento Pedagógico de la cual yo participé y Rolando era un miembro. La imagen con la que me quedo es la de él caminando por la Facultad de Agronomía, trasladando esa pasión que no cualquiera siente por su disciplina”.
Y Silvia Burkart le dice adiós después de haber trabajado 40 años junto a él. “Son tantos los recuerdos que tengo, veías todo positivo en cualquier situación como aquella vez que estábamos haciendo un relevamiento en Magdalena dirigido por él y hacía un calor insoportable. Me quejé tanto que él me dijo: Silvia es una vivencia y tenés que disfrutarlo como tal. Agradezco haber tenido la oportunidad de trabajar con Rolando”.
Además de esa sonrisa excepcional nos dejas tu enseñanza académica y sobre todo tu enseñanza de vida. Maestros no hay muchos, hasta luego Rolando.