Alumnas de secundario experimentan con moscas

Vie, 05/09/2008 - 09:11
Por FAUBA

Se acercaron a la cátedra de Genética de la FAUBA buscando asesoramiento para un trabajo práctico y terminaron experimentando con mutantes de moscas bajo la supervisión de la Dra. Alicia Basso. El caso sorprendió a las autoridades de la Facultad que no dudaron en firmar un convenio con el colegio para que se pudiera concretar la investigación.

Juegan a experimentar en uno de los laboratorios de la Cátedra de Genética de la FAUBA. Se divierten, pero lo hacen con extrema responsabilidad estudiando cada paso a seguir en la investigación. Vinieron en busca de un resultado y están dispuestas a llegar hasta las últimas instancias, aún cuando cada visita a la institución de la Universidad de Buenos Aires les signifique casi dos horas de viaje. Se trata de Brenda Mansilla, Martina Lampes y Antonella Francioni, alumnas de tercer año del Polimodal del Colegio Secundario San Marcelo de Don Torcuato, quienes en abril pasado recurrieron a la Facultad para concretar un trabajo que deben presentar para la materia Proyecto de Investigación, correspondiente a la orientación Ciencias Naturales. Más precisamente, acudieron a la Dra. Alicia Basso de la Cátedra de Genética que, desde entonces, -junto a la ayudante de docencia Natalia Forneris y los colaboradores Federico Raffaelli y Cecilia Schenone- se transformó en su guía. “Vinimos sin demasiadas esperanzas; pensamos que nos iban a decir ‘no hay nada, váyanse’ y fue todo lo contrario”, comienza tímidamente Antonella.

La Dra. Basso supervisa a Martina y Brenda, quienes dan sus primeros pasos en el laboratorio de genética aprendiendo a elaborar el alimento para las moscas. Brenda sigue cuidadosamente las indicaciones de la Dra. Basso mientras observa los posibles cambios morfológicos en las mutantes de moscas. Una parte importante del trabajo de investigación es la transcripción teórica del experimento y sus conclusiones. Así, mientras Brenda estudia los resultados, Antonella recopila los datos por escrito.

Habiendo estudiado en clase de Biología contenidos relacionados con las mutaciones genéticas y las leyes de Medel, las chicas se entusiasmaron con la idea de hacer mutagénesis. “Muchas veces inducir las mutantes que uno busca es impredecible en el sentido de que la mutagénesis no es dirigida y para las alumnas iba a ser frustrante dado el limitado tiempo con el que contaban. Entonces, les propuse trabajar con mutantes de una especie de mosca de la fruta cuyo ciclo de vida es de aproximadamente 26 días, lo cual les permitiría comprobar a través de tres generaciones si el patrón de herencia de dichas mutantes tiene correlato con las leyes mendelianas”, explica la Dra. Basso asumiendo que en su amplia carrera profesional –desde 1981 en la Cátedra de Genética- es la primera vez que recibe alumnas de secundario interesadas en el área. Y fue gracias a la iniciativa de estas curiosas adolescentes que la Facultad de Agronomía decidió firmar un convenio con el colegio de Don Torcuato, a fin de darle un marco legal a este impulso estudiantil que resulta ejemplar y sienta precedentes.

Las leyes de Mendel –elaboradas en el siglo XIX por el posteriormente denominado “padre de la genética”- predicen las características de un nuevo individuo a partir de los rasgos presentes en sus padres y abuelos. Las variantes de cada carácter surgidas por mutación pueden ser dominantes o recesivas. Las mutaciones dominantes se manifiestan en todas las generaciones, las recesivas pueden permanecer ocultas y manifestarse en generaciones subsiguientes. Volviendo al siglo XXI, en el contexto del “Estudio genético de mutantes de mosca de la fruta”, cada alumna tiene a su cargo una mutante y una línea salvaje o de referencia. Estas mutantes surgen a partir de cambios en el ADN, los cuales producen modificaciones en el fenotipo morfológico del insecto, es decir, variantes morfológicas visualmente distinguibles, las que, justamente, son objeto de su investigación.

Resumiendo, el plan de trabajo consta de tres etapas: la primera consiste en medir la eclosión (larvas emergiendo del huevo), la viabilidad de huevo a pupa y la ecdisis (emergencia de moscas). La segunda tiene que ver con la realización de cruzamientos entre la línea de referencia y cada línea mutante, evaluando los parámetros anteriores sobre la descendencia -lo que Mendel denominó Filial 1- y analizando el fenotipo morfológico de las moscas. Finalmente, en la tercera etapa se trata de obtener la segunda descendencia –Filial 2 - a partir de los cruzamientos al azar de los insectos de la Filial 1. Antonella sintetiza: “Estamos trabajando acerca de qué mutante domina sobre cuál al hacer los cruzamientos y de ahí vamos a sacar las estadísticas y ver las leyes de Mendel”.

Con algunos resultados en mano, las alumnas del San Marcelo de Don Torcuato explican detalladamente los procedimientos científicos que las tienen cautivadas: en pleno horario de trabajo práctico, muestran las pupas manipuladas –en apariencia, una especie de semillitas que, a priori son larvas con la cutícula “endurecida”, etapa en la que se desarrolla el insecto adulto-. “Después rompe la pupa y sale la mosca”, garantiza Antonella mientras la Dra. Basso las observa orgullosa. Pero comencemos por el principio; para que las larvas se produzcan hay un paso previo: “Las moscas lo que hacen es poner los huevos dentro de las frutas para que la larva que salga del huevo se alimente de esa fruta”, cuenta Brenda señalando una manzana de plástico, la misma que utilizaron para simular un hábitat natural a fin de que las moscas depositen allí sus huevos. “Después colocamos esos huevos en un papel secante, luego el papel sobre el alimento – elaborado por ellas mismas con zapallo, levadura y polenta- y dejamos un espacio alrededor para que los huevos eclosionen (salgan las larvas del huevo) y se arrastren hasta el alimento”, se entusiasma Martina mientras revolea las manos y señala cuidadosamente los elementos. Cuando nazcan, el próximo paso es colocarlas dentro de un frasco para que se crucen entre ellas.

El aprendizaje –coinciden alumnas y profesoras- va más allá del experimento en sí y de los conocimientos científicos que puedan adquirir: “Ellas ven que hay adultos en el área de la docencia y la investigación que les dedican tiempo y que piensan que su formación es muy importante, sea que sigan genética o no. Entonces, es más que nada enseñarles a pensar con responsabilidad”, se convence Alicia Basso. Las alumnas deben presentar la investigación en octubre próximo, la que, además, tienen que defender con una exposición oral ante profesores, padres y alumnos. Para ello ya recopilaron, también, material fotográfico y están preparando un escrito para avalar el análisis posterior a la experimentación y expresar las conclusiones finales. Sin dudas superarán las expectativas de ese público y, a pesar de que el 2009 las encontrará cursando carreras universitarias que nada tienen que ver con la mutagénesis de moscas, reconocen que jamás podrán olvidar semejante experiencia enriquecedora.

Sobre el autor

Facultad de Agronomía - Universidad de Buenos Aires