Una mano de la biotecnología para la sustentabilidad agrícola

Mar, 09/09/2014 - 09:45
Por FAUBA

Mientras se espera la llegada de una nueva generación de plantas más eficientes para controlar plagas y malezas, advierten que un desarrollo tecnológico sustentable debería incluir cambios radicales en los sistemas de producción.

Frente al desafío de la Argentina de responder a la creciente demanda de alimentos, potenciada por el crecimiento de la población mundial, investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) destacaron el aporte que puede hacer la biotecnología para responder a problemas actuales de la agricultura, como la aparición de resistencias, y para aumentar la productividad de los cultivos sin afectar el área de siembra y los recursos ambientales.

Al respecto, Eduardo Pagano, docente de la cátedra de Bioquímica de la FAUBA, indicó que se espera la llegada de una nueva generación de plantas más eficientes para controlar plagas y malezas, con eventos biotecnológicos que incorporan genes de resistencia a insectos, apilados con otros que resisten a herbicidas, más allá del glifosato. Estos materiales se encuentran en diferentes fases de evaluación o a la espera de ser aprobados por organismos oficiales de control.

Pagano participó como coordinador de la mesa “Uso responsable de las tecnologías" en el reciente XXII Congreso Anual de AAPRESID, celebrado en la ciudad de Rosario. En base a las conclusiones de las charlas, aseguró que la biotecnología representa una herramienta útil para aumentar la productividad de los cultivos. Pero observó que un desarrollo tecnológico sustentable debería incluir no sólo la introducción de un gen foráneo en una planta, sino también cambios radicales en los sistemas de producción, como sucedió en las últimas décadas con la adopción de la siembra directa, y otras buenas prácticas agrícolas, como la rotación de cultivos.

Nuevas estrategias de control

Según el docente de la FAUBA, el uso de refugios para evitar la aparición de resistencias en insectos no tiene objeciones desde el punto de vista conceptual. La siembra de un maíz convencional sobre el 10% de un lote implantado con híbridos Bt serviría para albergar a una población de insectos susceptibles al gen de Bacillus thuringiensis (Bt). No obstante, la eficiencia del refugio sería relativa sin el compromiso de los productores y sin un control oficial eficiente que obligue a implementarla.

La aparición de eventos apilados permitiría agregar una herramienta más al manejo integrado de plagas. En este sentido, Pagano afirmó: "Muchos genotipos que hoy presentan dos o más transgenes están destinados a un control simultáneo de malezas y de insectos, pero es creciente la aparición de aquellos que expresan más de una proteína insecticida cuyo propósito fundamental es el manejo de la resistencia".

Asimismo, sostuvo que los avances biotecnológicos no prevén reemplazar a los refugios, sino ofrecer una alternativa de manejo, que también podría ser contraproducente si se utiliza de un modo indiscriminado: "En la medida que se apilen eventos sobre eventos, se aumentará la presión de selección, propiciando la aparición de resistencias cruzadas que serán más difíciles de controlar".

Más allá de esta alerta, todo indica que en el futuro aumentará la utilización de eventos apilados, y que la Argentina reproduciría la experiencia de Estados Unidos. En el estado de Illinois, por ejemplo, ubicado en pleno cinturón maicero de ese país, los genotipos apilados ocupan el 60% del área sembrada, casi el doble de superficie implantada ocho años atrás. "Allí se usan híbridos que expresan dos proteínas Cry (extraidas del gen Bt) destinadas a controlar Diabrotica virgifera y conferir resistencia a lepidópteros, respectivamente, a las que se suma otro transgen para tolerancia a un herbicida (glifosato o glufosinato de amonio)", dijo el profesor.

Con respecto a la tolerancia a herbicidas, el panorama presenta algunas analogías con el control de insectos, teniendo en cuenta el crecimiento de la problemática asociada a la expansión de malezas resistentes, después de dos décadas de sembrar genotipos de soja tolerantes a glifosato.

"También en estos casos se plantea la utilización de dobles transgénicos como alternativa eficiente para el control de malezas resistentes", apuntó Pagano, y adelantó que, próximamente, los productores tendrán a su disposición materiales resistentes a más de un herbicida, como glifosato e inhibidores de la acetolactato sintasa.

A su entender, el aumento de la complejidad genética de las variedades comerciales supondrá también una transformación en los sistemas de producción: Teniendo en cuenta la experiencia de los últimos años -con cultivos que incorporaron un gen de resistencia a herbicidas y otro para controlar insectos, y estrategias que no fueron 100% eficaces para evitar la aparición de resistencias-, debemos pensar en replantear nuestros sistemas de producción para hacer frente a los desafíos que nos brinda la biotecnología", concluyó.

Sobre el autor

Facultad de Agronomía - Universidad de Buenos Aires