Cien años del Maestro Alberto Soriano
Profesor Emérito y uno de los referentes más importantes de la Facultad de Agronomía de la UBA. Fundador del IFEVA y de nuestra Escuela para Graduados, Soriano logró acercar la ciencia a la agronomía y sus aportes originales fueron fundamentales para el desarrollo de diversas ramas de la biología. A cien años de su nacimiento, alumnos y discípulos lo recuerdan también como un maestro de vida.
“Dificultades no han faltado en mi vida. Como en todo lo
que tiene que ver con la vida humana, es probable que
el 50 por ciento de esas dificultades hayan provenido del medio,
de cosas ajenas a mi, y el otro 50 por ciento hayan
derivado de mi forma de ser y de actuar, de mis errores y defectos.
En términos de balance, pienso que las facilidades
y oportunidades superaron las dificultades”.
Alberto Soriano
Se cumplieron cien años del nacimiento del Ingeniero Agrónomo Alberto Soriano, uno de los profesores e investigadores más significativos en la historia de la Facultad de Agronomía de la UBA y del país. Nació en Buenos Aires y se egresó de FAUBA en el año 1942, con medalla de oro. Fue Profesor Titular Emérito en la Cátedra de Fisiología Vegetal y Fitogeografía de la Facultad y trabajó incansablemente en la enseñanza y la investigación de la ecología y la ecofisiología. Realizó numerosos aportes al campo de la Agronomía y al estudio de procesos ecológicos para alcanzar el diseño de manejos racionales de los agroecosistemas.
“Fue uno de los profesores más destacados de nuestra Facultad y, sin duda, el moldeador de nuestra idiosincrasia como institución. Fue un visionario, que destacó siempre el valor de la investigación y de la formación de posgrado como pilares de una educación universitaria de excelencia y fue un innovador de los métodos de enseñanza, basados en el análisis crítico de la información y en el enfoque de sistemas aplicado a la agronomía”, expresaron la Decana de FAUBA, Dra. Marcela Gally y la Vicedecana, Dra. Adriana Kantolic.
Alberto Soriano, apasionado por la docencia y la investigación, realizó contribuciones fundamentales para la botánica, la fitogeografía, la fisiología vegetal, la ecofisiología y la ecología. En su gran trayectoria formó más de 50 discípulos.
Según el relato de los Ings. Agrs. Rolando J. C. León y Martin R. Aguiar (publicado en la historia de nuestra FAUBA), en la década de los 80 Alberto Soriano lideró dos emprendimientos que coronaron su carrera: por un lado, el Programa de Productividad de Sistemas Agropecuarios (PROSAG) del Conicet, que funcionaba en la Facultad de Agronomía y que fue el antecedente del Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas Vinculadas a la Agricultura (IFEVA); y por el otro, la creación de la Escuela para Graduados de la FAUBA que actualmente lleva su nombre.
“El hecho que fuese miembro de ambas academias resalta uno de los aspectos más significativos de su trabajo, esto es que, partiendo de la agronomía, haya realizado aportes originales y fundamentales a varias ramas de la biología. Soriano estaba convencido que la agronomía progresaría en la medida que progresaran los conocimientos acerca de los principales procesos fisiológicos y ecológicos de los ecosistemas. Nos incentivó a ser creativos, responsables, auténticos y exigentes con nosotros mismos y con los demás. Una de sus características más notables fue haber sabido motivar a aquellos alumnos que mostraran un interés genuino en la investigación o la docencia, y la capacidad de trabajo suficiente para obtener frutos de esa vocación. Nunca influyó, en su acercamiento de maestro, el origen social ni las convicciones religiosas o políticas del alumno”, redactaron.
Como Director del IFEVA, Alberto Soriano marcó el camino de jóvenes profesionales que, hoy en día, se convirtieron en grandes investigadores, esenciales para el desarrollo de nuestro país. Uno de ellos fue el Dr. Martín Oesterheld, actual director del Instituto, quien aseguró que Soriano logró acercar la ciencia a la agronomía. “Lo hizo mediante sus clases de Fisiología y Ecología Vegetal y sus investigaciones en diversos campos del conocimiento, pero fundamentalmente lo logró mediante la formación de discípulos que a su vez formaron discípulos. Esta tarea lenta, casi imperceptible en el día a día, creó y modificó el perfil de personas y organizaciones clave de nuestra disciplina", afirmó.
Y describió: "Su impacto sobre las personas es ilustrado por este gráfico que lo muestra a él en el centro y al resto de los puntos como personas que directa o indirectamente fueron formadas por él mediante tesis de posgrado. Lo sorprendente es que este gráfico es una clara subestimación de la realidad. Y su impacto sobre las organizaciones clave de la agronomía se alcanza a vislumbrar si solo se menciona su rol protagónico en la creación de la Escuela para Graduados y del IFEVA”.
La Escuela para Graduados de la FAUBA se creó formalmente en el año 1987, y Alberto Soriano fue su primer Director hasta 1997, período en que se crearon nuevas Maestrías, una carrera de Especialización y el Doctorado. El presente Director de la Escuela, Dr. Gustavo Maddonni, expresó: “El equipo docente y nodocente de la Escuela para Graduados se suma al recordatorio de sus discípulos alumnos y colegas de quien fuera el fundador y primer director de nuestra Escuela que merecidamente lleva su nombre. Gracias maestro por tu visión sobre la necesidad de fortalecer en su formación a los egresados de las carreras de Ciencias Agropecuarias de nuestro país. Más de mil egresados de nuestra Escuela ratifican tu sabia decisión”.
Y en la misma línea, el Ing. Agr. Fernando Vilella, Director del Posgrado en Bionegocios Sostenibles aseveró: “100 años del nacimiento de una de las bases de la Agronomía en Argentina, Alberto Soriano. No sólo contribuyó a ampliar las fronteras del conocimiento, sino también a iluminar a innumerables alumnos de varias generaciones y generar una cantera de investigadores y docentes. La EPG lleva su nombre en homenaje a su iniciativa que floreció. Ojalá sus mensajes se recojan en toda su dimensión. Los que tuvimos el privilegio de su contacto cotidiano lo reconocemos como un verdadero maestro de la vida. ¡Salud en su homenaje!”.
De Maestro a Maestro
El Ing. Agr. Antonio Hall es Profesor Emérito de la FAUBA, investigador del Conicet y uno de los Grandes Maestros de la Universidad de Buenos Aires. Como discípulo de Alberto Soriano lo recuerda como una persona apasionante y alentadora, que le brindó su apoyo incondicional para completar su formación de grado y posgrado. Al cumplirse 100 años de su nacimiento, Antonio le regala estas palabras:
“Alberto Soriano fue el mejor profesor que tuve en mi período de estudiante de agronomía y, junto a uno de historia del colegio secundario, fueron las personas que más influenciaron mi carrera profesional y mi forma de ver el mundo. Las clases teóricas claras y entusiasmantes de Soriano, sus preguntas desafiantes que obligaban a pensar, y los trabajos prácticos con un fuerte componente experimental que culminaron en tres días de campo en el INTA de Castelar me impactaron fuertemente. Acepté con gusto, junto con varios compañeros de curso, su invitación a ser ayudante honorario de Fisiología y Fitogeografía.
Durante el año 1963, mientras hacía el servicio militar, Soriano logró que me dieran tres días de licencia diurna para asistir (de uniforme) a una conferencia internacional celebrada en Buenos Aires. Ello me sirvió para ampliar fuertemente mi visión del papel de la fisiología vegetal en relación a la agronomía y allí conocí al Prof. Milthorpe, quien luego dirigió mi tesis doctoral. Soriano dirigió mi trabajo de intensificación, me enseñó la importancia de usar la biblioteca, y de publicar los resultados de mis investigaciones. Me alentó a tomar cursos adicionales (uso de radioisótopos en la CNEA, físico-química en FCEN-UBA), a realizar experimentos de campo (INTA Bariloche), y me convenció de la importancia de hacer el doctorado.
También me alentó a dar una clase teórica sobre fotosíntesis, cosa que hice en el Aula León. Mis nervios y mi tendencia a pensar en inglés me jugaron una mala pasada y exacerbaron mi tendencia al uso inadecuado del castellano. Soriano y mi mujer estaban sentados juntos en el aula, y me llamó la atención que, mientras yo hablaba, desaparecieron varias veces tras el respaldo del asiento que tenían delante suyo. Luego me enteré que las desapariciones respondían a su necesidad de esconder la risa, motivada por los errores más groseros en mi uso del idioma. Su sagacidad, constancia e inteligencia me ayudaron a sobreponerme a las consecuencias de los sobresaltos y las turbulencias políticas de los años ’70 (me bajé del avión en Ezeiza un mediodía de 1973 y fui, por pedido de Soriano, a una asamblea en FAUBA a la tardecita, casi sin poder ver a mi mujer y mi hijo que me habían precedido en retornar a Buenos Aires desde Australia por un par de meses) y comienzos del ’80, y a seguir en la Facultad.
Soriano me encargó la redacción de un par de las secciones del texto para el curso, editando mis contribuciones, y me alentó a completar la escritura de mi tesis doctoral y de los trabajos derivados de la tesis. Luego jugo un papel muy importante en el diseño y ejecución del primer experimento grande de campo que realicé en la FAUBA y en la publicación de los resultados del mismo. También me alentó a participar en el dictado de cursos para graduados, primero en Balcarce y luego en FAUBA. Cuando volví a Buenos Aires luego de un sabático en Melbourne en1986, me pidió que acepte la dirección de la Maestría de Producción Vegetal, con lo cuál inicié mi actividad en lo que vendría a ser la Escuela para Graduados que ahora lleva su nombre. Hitos importantes en ese involucramiento, todos a iniciativa de Soriano, fueron mi membresía del Comité Académico de la Escuela y la coordinación de un comité creado para evaluar la factibilidad de poner en marcha el programa de doctorado. Ese involucramiento culminó en mi nombramiento, por sugerencia de Soriano, cómo su sucesor en la dirección de la Escuela.
Espero que lo expuesto justifique plenamente la oración inicial de esta nota y ponga de manifiesto los orígenes de la enorme deuda de gratitud que tengo con Soriano".
Antonio Hall