“Producir el propio alimento es una experiencia que transforma a las personas”

El PEUHEC es un Programa de Extensión Universitaria de la FAUBA que fomenta y acompaña la producción de huertas agroecológicas escolares y comunitarias. Asimismo, brinda capacitación para las/os estudiantes y asesoramiento para el público en general.

Hace 25 años nacía por iniciativa de docentes de la Cátedra de Extensión y Sociología Rurales de la Facultad de Agronomía de la UBA, el Programa de Extensión Universitaria en Huertas Escolares y Comunitarias (PEUHEC). Un proyecto que contribuye al desarrollo comunitario a través de producciones agroecológicas; un programa que promueve la capacitación tanto de referentes locales como de estudiantes de las áreas de Desarrollo sustentable, Agroecología, Extensión e Intervención Comunitaria.

En esta nota, las integrantes del Equipo PEUHEC Marcela Harris de la Cátedra de Horticultura y Ximena Arqueros y Nela Gallardo de la Cátedra de Extensión y Sociología Rurales relatan su historia, explican el trabajo comunitario y académico que realizan y cuentan cómo “la huerta en casa” para la autoproducción de alimentos, se ha convertido en la principal demanda durante las épocas de fuertes crisis económicas, sociales y sanitarias.

-Iniciaron en 1997, y según comentaron, había muy pocas actividades de extensión urbana en la Facultad. ¿Cómo fue ese proceso?
-Al inicio participamos desde la Cátedra de Sociología y Extensión Rurales articulando con la Cátedra de Horticultura. Coordinamos acciones con la Red de Apoyo Escolar, el programa PROHUERTA (INTA/MDS) y las facultades de Psicología y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
Luego, nos concentramos en el fortalecimiento de una red de huerteros/as en un contexto de mayor valorización y financiamiento específico para actividades de extensión, algo que hasta entonces no existía en la Universidad de Buenos Aires. Además, fomentamos las visitas de distintas huertas, los encuentros de capacitación y el intercambio de semillas en la FAUBA.
También trabajamos en el sur de la Ciudad de Buenos Aires, Barracas, diseñando y montando una huerta escuela en el Centro de Innovación y Desarrollo para la Acción Comunitaria de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (CIDAC – FFyL).

Logramos finalizar la escritura del libro colectivo en el formato de manual al que denominamos “Huertas urbanas agroecológicas: espacios de acción y reflexión”. Y nos propusimos mapear las huertas urbanas para desafiar los relatos dominantes que no reconocían las múltiples experiencias agrícolas que existen, resisten y persisten en la ciudad.
Desde 1997 se trabajó con más de 100 huertas de diferentes sectores de la sociedad y con más de 500 estudiantes de diferentes facultades de la Universidad de Buenos Aires. Vimos que la huerta queda en las personas…

-¿Cómo?
-Cada maestro que fue trasladado o cambió de escuela, generó una nueva huerta donde llegó; el personal del área de salud que tuvo la experiencia de meter la mano en la tierra junto a personas con diferentes dolencias, quizás han dejado de sostener la huerta en contextos adversos, pero luego siempre anhelan volver a tener la huerta en el hospital o la salita. Hombres y mujeres que trabajan en comedores comunitarios, apoyos escolares, incluso vecinos que se juntan a hacer huerta, siempre buscan continuar.
Producir el propio alimento es una experiencia que transforma a las personas, que aunque muchas veces no cuentan con el tiempo o recursos para sostener la huerta en el tiempo, permanece en los deseos de quienes lo han realizado. Incluso una gran cantidad de estudiantes que pasaron por el programa, participan activamente de otros espacios de Extensión de la FAUBA o fuera de ella son extensionistas o se dedican a la educación y el trabajo comunitario.

-Actualmente, ¿qué trabajo están realizando?
-Nos vinculamos con los grupos que realizan prácticas huerteras mayormente a través de las y los estudiantes que están haciendo su trabajo final para recibirse y buscan reflexionar sobre su experiencia. De esta manera, contribuimos con la formación de profesionales comprometidos/as con procesos de acción y reflexión para la transformación social. Al mismo tiempo seguimos en contacto con algunas personas que están desplegando experiencias específicas que hemos conocido a través de los años y participamos de diferentes encuentros que se llevan a cabo en la ciudad junto con otros colectivos.
Estos encuentros se realizan principalmente en huertas comunitarias de la ciudad donde nos encontramos con estudiantes de Agronomía, la mayoría vinculados con la carrera de Producción Vegetal Orgánica, participantes de la Feria de Agronomía, entre otros. La Ciudad de Buenos Aires también está promoviendo las huertas con propuestas de talleres en múltiples espacios. Hemos detectado que la temática está creciendo, asociada con otras de interés como la alimentación. Las redes sociales han colaborado mucho en eso (facebook, instagram, whatsapp).  
Actualmente también, las demandas de acompañamiento técnico llegan a nuestro correo electrónico (principalmente de parte de Escuelas de Capital Federal y GBA). A estas demandas podemos acompañarlas con asistencia virtual y a través de compartir el libro en formato digital “Huertas Urbanas Agroecológicas - Espacios de acción y reflexión”. El libro está disponible de manera gratuita en https://www.calisafauba.com/publicaciones-amigas. Lo interesante de este libro es que fue escrito de manera colaborativa por los integrantes del PEUHEC y en el que sistematizamos gran parte de la experiencia del Programa.

-¿Acompañan a estudiantes de FAUBA que están próximos/as a recibirse?
-Desde 2017 la modalidad de trabajo se ha consolidado a través de un taller para facilitar a los estudiantes la realización de su trabajo final para la obtención del título de tecnicatura o grado. Dicha experiencia se constituyó en un espacio teórico-metodológico de investigación-acción que se centraba en la temática de la “agricultura en ciudad” en el marco del PEUHEC. En el espacio, el aprendizaje se torna más significativo pues se profundizó la reflexión sobre la práctica, puesto que cada estudiante trajo una experiencia de intervención en una huerta en la que estaba participando y a partir de eso se estructura su trabajo.

-Y también brindan asesoramiento al público en general, ¿cuáles son las principales demandas?
-A lo largo de los años hemos observado que las demandas de las huertas urbanas estuvieron muy relacionadas con el contexto político y socioeconómico del momento. Las huertas urbanas nunca tienen fines exclusivamente productivos. Quienes buscan apoyo técnico tienen un anhelo inicial de producir los propios alimentos. Luego con la práctica, los propósitos se tornan múltiples: terapéuticos, educativos, recreativos, entre otros.
En momentos de fuertes crisis económicas con altos niveles de inflación y desempleo fue importante la idea de “la huerta en casa” para la autoproducción de alimentos, esta es la primera demanda. Es evidente que hacer una huerta urbana no soluciona problemas estructurales como el hambre, la desnutrición o la inclusión social sin un marco de políticas públicas que las integren como una forma de vida en las ciudades.

-El PEHUEC atravesó diferentes (y fuertes) épocas de crisis sociales, económicas y, ahora, sanitaria… ¿Cuál es la importancia de ‘hacer huerta’ en esas coyunturas?
-En los momentos críticos como fueron a mediados de 1990 en 2002, 2008 y nuevamente ahora en tiempos de pandemia, los espacios de huerta emergen quizás relacionados a una sensación de autoabastecimiento y autosostén, como si fuera un instinto de supervivencia, volver a lo esencial como es el alimento, la tierra. Pasados los momentos críticos, el número de huertas urbanas desciende notablemente y esas necesidades cambian o son satisfechas de otras formas y en otros espacios, sobre todo en las ciudades. Llegamos a participar en trece huertas simultáneamente en la crisis de 2001 donde hubo enorme demanda por parte de la comunidad.

-¿Y qué sucedió en pandemia? ¿Cuáles fueron sus efectos?
-Esta pandemia torna particularmente evidentes las injusticias. A partir de una perspectiva situada, nos podemos preguntar ¿qué sucede si estoy rodeada de edificios, en un barrio de departamentos muy variados, con pocos espacios verdes propios?, ¿cómo puedo sentir los procesos biológicos en ese contexto de aislamiento? En similar dirección podríamos pensar ¿qué significa abastecerse en un negocio de cercanía cuando las bananas provienen del Ecuador?, ¿por qué el aprovisionamiento de los alimentos que necesitamos para vivir depende de los precios establecidos por un supermercado? y ¿por qué las personas que distribuyen comida siguen trabajando en esta situación de exposición? Antes de la pandemia, la actividad huertera en la Ciudad de Buenos Aires ubicaba en el centro del debate estas incongruencias y ponía el acento en dos cuestiones: el derecho al alimento y a la ciudad.
La actividad hortelana nos recuerda una relación que a veces parece imperceptible: el ser humano es producto y a la vez produce naturaleza. Por un lado, los alimentos son esenciales para la humanidad, aunque muchas veces intentemos olvidarlo. Conformamos redes de relaciones que se gestan en torno a la producción y al acceso de los alimentos.
La pandemia nos permite reflexionar sobre las desigualdades en el acceso y calidades de alimentos, los niveles de concentración en los proveedores de alimentos y también las experiencias de productores agroecológicos que no dan abasto para hacer las entregas en estos momentos, entre otras cuestiones. Por otro lado, los espacios que contamos para el esparcimiento en la ciudad de Buenos Aires en la mayoría de los barrios son reducidos y la imposibilidad de salir y permanecer en espacios verdes, genera stress. En este contexto la huerta o jardín nos trae vida, posibilidades de cuidar la vida que quizás valoramos más que en otros contextos.

-La huerta es mucho más que plantar y cultivar…
-En algún sentido no son solo las huertas, sino la experiencia de estar al aire libre y estar en contacto con vegetales y flores, mariposas o el simple hecho de estar al sol o pisar sin calzado la tierra es placentero para mucha gente, que remite a conectar con la energía vital en medio del cemento.
El acto de “cultivar” nos conecta con una serie de sensaciones y ciclos vitales, tiempos, momentos y está muy relacionada con el sentido del cuidado, tan fuertemente levantado por los feminismos hoy. Incluso compostar residuos húmedos domiciliarios facilita los ciclos de regeneración y disminuye volúmenes de producción de basura y se asocia con acciones de un ciudadano responsable y comprometido con el cuidado del ambiente. Hay entonces muchos sentidos vinculados a la tierra y lo originario, el trabajo físico y la dignidad, la autoproducción de alimentos y la salud, muchos valores que pueden jugarse en el (no tan) simple hecho de hacer una huerta.

Más información y contacto: PEHUEC

Sobre el autor

Esp. Lic. en Comunicación Social